jueves, 23 de marzo de 2017

¿Puedo acompañar a mi hijo durante un tratamiento médico?

Tengo la suerte de que nunca les ha pasado nada realmente grave a mis hijos. Un par de brechas con puntos y dos pequeñas operaciones es lo más grave por lo que hemos tenido que pasar.
Tengo bastantes amigos que son médicos y enfermeras de distintas especialidades (empezando por mi hermana) y que son grandes personas y profesionales. Aprendes de ellos que los pacientes no somos una amigdalitis, una rodilla o un problema de riñón. Detrás de esa dolencia hay una persona con sentimientos, y hay que tratarla por lo que es, por su necesidad interior más allá de quitarle el dolor físico. A todos nos gusta que nos traten con respeto y delicadeza, especialmente cuando no nos sentimos bien.
Los niños también saben esto. También saben cuándo son bien tratados. Y si ver a un señor/a con bata, gorro y mascarilla impacta un poco, si esa persona enmascarada te trata bruscamente o te separa de tus padres no te genera ninguna confianza. No creéis que los niños se preguntarán: ¿Si vengo al médico para que me cure y me ayude por qué me hace daño y me trata mal?
Parece que los adultos ya estamos acostumbrados (por no decir anestesiados) ante este tipo de comportamientos, pero ¿cómo os sentiríais vosotros si dos hombres desconocidos bastante más grandes que vosotros os inmovilizaran para que una tercera persona os pinchara u os cosiera unos puntos sin anestesia? Yo seguro que gritaría y, si pudiera, saldría huyendo. Sin embargo, a los niños les obligamos a aguantar y les alentamos diciendo “tranquilo no pasa nada”. ¿De verdad os lo creéis cuando lo decís? Yo no. Y a mis hijos les han cosido así los puntos de las brechas. Demasiado brusco y violento, la verdad.
Si encima tenemos que ingresarles para realizarles alguna prueba, tratamiento o cirugía el sufrimiento es mucho mayor para los niños y para los padres porque en ocasiones tenemos que separarnos de ellos, con la excusa de que es lo mejor. ¿Lo mejor para quién?

¿Pensamos alguna vez qué sienten y piensan los niños? 
¿Les hemos preguntado alguna vez?

Hace una semana han operado a mi segundo hijo del frenillo lingual, una pequeña cirugía por la que no ha tenido que quedarse ingresado. Es una intervención muy sencilla y rápida, pero en la que es necesaria anestesia general. Lo cual implica realizar un preoperatorio y sufrir las consecuencias de la anestesia.
Acompañar en tratamientos médicos infantiles

Yo quería estar a su lado todo el tiempo que fuera posible, porque si tenemos miedo los adultos cuando nos enfrentamos a una operación, ¿cómo no van a tener miedo los niños? En una situación así lo que todos necesitamos es tener cerca a alguien que nos quiera y nos dé seguridad, no vale que intente tranquilizarnos cualquiera.
Afortunadamente hemos podido estar con él hasta que ha entrado en quirófano, y mi hermana, que es enfermera, ha estado con él en el quirófano hasta que se durmió (una ventaja que no tienen la mayoría de las familias). Aunque, a mi parecer, a los niños se les debería poder anestesiar acompañados de uno de sus padres. Así se dormirían y se despertarían al lado de alguien conocido y sería lo menos traumático para ellos.
Una vez realizada la intervención, nos han informado los cirujanos y han dejado entrar a uno en reanimación. Mi hijo ya estaba despierto, dolorido y un poco asustado, pero que yo pudiera estar con él le tranquilizaba. Había una zona con cuentos y juguetes. Leímos varios cuentos y le di un pequeño regalo que teníamos para él por ser tan valiente hasta que nos llevaron a la zona del hospital de día, donde continúa la reanimación hasta que te puedes ir a casa.

Me alegró ver que dejaban pasar a una persona para acompañar a los niños, porque cuando despiertan llenos de dolor lo que quieren es poder tener cerca a mamá o papá para que les dé consuelo.

derechos del niño hospitalizado

En los momentos más importantes para nuestros hijos, los padres tenemos el derecho y el deber de estar a su lado. Y el personal sanitario de dejarnos. Tenemos que estar de forma discreta, sin molestar y dejando a los médicos y enfermeras trabajar. Cada uno sabemos cómo somos, y si somos aprensivos y no podemos ver cómo intervienen a nuestros hijos (aunque sea una simple analítica o vacuna), debemos mandar a otra persona de la familia que sí pueda acompañarle en ese momento. Es cierto, que hay momentos críticos y casos aislados en los que no es posible nuestra presencia, pero la realidad es que la mayoría de las veces no hay una razón suficiente para que un niño tenga que ser separado de sus padres.

derechos del niño unicef

Os cuento esto para que sepáis que es posible estar al lado de vuestros hijos cuando les tengan que hacer pruebas médicas u operar, porque según los derechos del niño hospitalizado (redactados en la Carta Europea de los derechos del niño hospitalizado), el niño tiene el derecho a:
  • Estar acompañado de sus padres o de la persona que los sustituya el mayor tiempo posible durante su permanencia en el hospital, sin obstaculizar la aplicación de los tratamientos necesarios para el niño.
  • Ser tratado con tacto, educación y comprensión y a que se respete su intimidad.
derechos del niño unicef

Aunque todavía quedan muchos hospitales donde las UCIS tienen horarios de visitas restringidos y los padres no siempre son bienvenidos, las cosas están cambiando. Se ha aprendido a escuchar a los padres y con educación y respeto podemos pedir y conseguir quedarnos cerca de nuestros hijos, porque separarnos nunca es lo mejor, para nadie.
Los médicos tienen un papel fundamental y hay que dejarles hacer su trabajo, pero nadie como los padres, (ni el médico, ni el enfermero mejor del mundo), puede aportar a los niños el cariño, la seguridad y la tranquilidad que necesitan en esos momentos.

¿Cuál es vuestra experiencia? 
¿Os han dejado estar con vuestros hijos cuando les han realizado alguna prueba médica?

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domingo, 19 de marzo de 2017

¡Yo soy tu padre!

Hoy el testimonio nos lo da un gran padre. ¡Gracias por ser como eres! 

Vaya por delante que escribir no es una de mis aficiones, de hecho confieso que me cuesta bastante esfuerzo ponerme frente a una hoja en blanco y plasmar en ella mis experiencias o mis sentimientos. 

Y entonces… ¿qué hago escribiendo en un blog sobre maternidad y crianza? 

La respuesta es bien sencilla: el amor todo lo puede. Mi mujer es la causa y el origen de todo esto, y no me refiero únicamente a esta pequeña colaboración en su blog, sino a la apasionante e increíble aventura de la paternidad

Si alguien me hubiera preguntado hace 10 años qué es para mí la paternidad, habría contestado de una forma muy distinta a como intentaré hacerlo ahora, y es que, por mucho que todos tengamos una idea de lo que es ser padre, hasta que no te encuentras frente a un frágil bebé de poco más de 3 kg de peso, que antes no existía y ahora es “tuyo”, no sabes lo que se siente al ser padre.


testimonio padre caminaré

La paternidad tiene la capacidad de hacer brotar en nosotros un montón de sentimientos y emociones, de sueños y deseos, pero también miedos e inseguridades, que quizás siempre habían estado ahí y que estaban obstruidos o simplemente aletargados tras las corazas y parapetos que construimos para lograr esa quimera de ser autosuficientes, independientes, inmunes y de poder tenerlo todo bajo control. Pero cuando eres padre, si eres mínimamente sincero contigo mismo, se te vienen abajo todas esas falsas imágenes de superhombre que tiene que dar siempre la talla, dicho de forma más coloquial, “se te vienen abajo los palos del sombrajo”. Y es que, frente a un hijo, una pequeña criatura que depende de ti, se siente una desproporción y una inadecuación tan grandes que sólo tienes dos alternativas: o te abandonas o lo abandonas. Me explico, creo que no existen medias tintas en esto de la paternidad, o te das por completo, con todas tus limitaciones e incoherencias, que evidentemente no van a desaparecer de repente, o te das a la fuga, bajo las mil y una modalidades de ser padre biológico dejando a tu hijo “huérfano de padre vivo”. Y hay que elegir, porque no hacerlo ya es una forma de mirar para otro lado.

En mi experiencia, ser padre ha supuesto, y supone, una motivación constante a vivir, y no de cualquier manera, sino a vivir consciente e intensamente todas las cosas, sin renunciar a ser cada día un poco más feliz, porque ¿qué tipo de vida puedo desear para mis hijos si no la vivo, o al menos la deseo, primero para mí?

Con la paternidad se despiertan muchas preguntas, preguntas que en ocasiones no tienen respuesta, preguntas que te abren la mirada, te ayudan a estar más despierto y te ponen en movimiento. ¿Qué puedo ofrecer a mi hijo?, ¿cómo educarle?, ¿qué necesita?, etc. Con la paternidad también surgen miedos y dudas que te reclaman a profundizar y madurar en las certezas sobre las que poder construir tu vida y la de tu familia. 

Creo que no hay mayor regalo que un padre pueda hacer a sus hijos que permitirles crecer en un hogar construido sobre una base sólida, una especie de campamento base desde donde poder emprender las expediciones hacia las cimas más altas de la vida. Para mí, ese lugar es mi matrimonio, vivido como camino de realización personal y como lugar donde encontrar la paz y el amor que necesito para afrontar de la mejor manera posible el reto exigente, agotador y a la vez maravilloso de educar a mis hijos.

Regalo padre a hijos caminaré

Tengo tres hijos que son una verdadera bendición y aunque en muchas ocasiones pierda la paciencia y piense que no soy un buen padre para ellos, no dejo de desear aprender a quererles cada día más y mejor. Quiero disfrutar viéndoles crecer, y espero que mis errores y equivocaciones no sean un lastre, porque tengo experiencia de que, incluso eso, puede convertirse en una ocasión para crecer y madurar. Cada vez soy más consciente de que necesito a mi familia tanto como ellos me necesitan a mí, y estoy convencido de que juntos podremos seguir caminando, pase lo que pase, hasta el infinito y ¡¡más allá!!


Por eso, hoy más que nunca….



¡¡Felicidades papás!!



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miércoles, 8 de marzo de 2017

Mujer, Feminismo, Conciliación e Igualdad

Hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer

8 marzo mujer

Durante toda la semana se están realizando actos, entrevistas, programas y todo tipo de actividades relacionadas con nosotras, las mujeres, muchas de ellas abanderadas desde  el feminismo. Según la RAE (Real Academia de la lengua Española), “feminismo es la ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. Aunque  estoy completamente de acuerdo con esta definición,  percibo en la palabra feminismo  cierta connotación negativa y veo un poco beligerantes muchas de las reivindicaciones que se hacen por esta causa. Es cierto que vivimos en  una sociedad en la que ha predominado a lo largo de toda la historia el machismo y el patriarcado y en la que las mujeres hemos sido menospreciadas y dejadas de lado en ciertas esferas de la vida. Por eso, creo que más que lucha por el feminismo tenemos que luchar contra el machismo, pero ir mucho más allá y luchar por el respeto a la dignidad  de todos los seres humanos independientemente de su edad, raza, cultura o religión, porque todos tenemos el mismo valor como personas, un valor  infinito.

Yo como madre de tres varones, siento la responsabilidad de educarles en el valor de la persona en general (y de la mujer en particular), en el respeto y en el diálogo, para poder entender y valorar al otro y no reaccionar contra él. 

Siento la responsabilidad de educar a mis hijos valorando a la mujer por el inmenso tesoro que poseemos al ser capaces de engendrar vida dentro de nosotras y proporcionar su sustento los primeros años de vida.
Tenemos la responsabilidad de educar a nuestros niños para que vean en cada persona un bien, una posibilidad, un regalo. Y tenemos que enseñarles que nuestro valor como personas hace que seamos iguales en derechos y oportunidades.

Sin embargo, a veces luchando por la igualdad corremos el riesgo de olvidarnos de que mujeres y hombres somos diferentes y caer en la mentira de la uniformidad. Somos diferentes genética, biológica, psicológica y emocionalmente, y hay cosas en las que nunca podremos ser iguales por mucho que nos los quieran vender. Pero no hay que ver esto  como un menos, sino como un más. Nos complementamos y nos necesitamos los unos a los otros (aunque tengamos la tentación de ser independientes y autosuficientes).

En el último siglo, las mujeres hemos avanzado y dado muchos pasos, alcanzando grandes metas. Hemos podido estudiar, acceder a la universidad y a puestos de trabajo que antes estaban reservados a los hombres y hemos alcanzado puestos de éxito y liderazgo, demostrando nuestra valía y capacidad.

Pero hemos querido parecernos tanto a los hombres, que ahora, nuestra gran diferencia y principal característica, poder ser madres (dar vida y amamantar a nuestros hijos), es penalizada, percibida como una condena o una esclavitud. ¿Queremos trabajar? Perfecto, pero como hombres. Y si quieres trabajar y ser madre lo vas a tener muy difícil. Las bajas por maternidad no son lo suficientemente largas como necesitaríamos nosotras y nuestros hijos, y si decides coger una excedencia o una reducción de jornada, en muchas empresas eres mal vista o hasta despedida. Y si renuncias a tu trabajo y te quedas en casa eres anticuada y hasta llegan a considerarte un lastre para el “feminismo”.
Tenemos que seguir avanzando para que la maternidad se valore y se proteja. Pero también debe valorarse la paternidad. Los hombres también tienen que conciliar. ¿Cómo les vamos a exigir reparto de tareas y estar con los niños si sus trabajos son de sol a sol?

Penalizar a las familias por tener hijos, de los que depende nuestro futuro, me parece tremendamente injusto. Debemos poder elegir en un marco de igualdad y de posibilidades, con ayudas a las madres y a las familias. Se nos debe dar la posibilidad que merecemos de poder trabajar, pero también de poder estar con nuestros hijos sus primeros años de vida, en el que las madres somos tan importantes (los padres también, pero de diferente manera, aunque no queramos reconocerlo, y esto da para otro post…).

Bajas por maternidad de al menos 6 meses, bajas por paternidad de mayor duración (ambas personales, intransferibles e irrenunciables), horarios flexibles, reducciones de jornadas, teletrabajo, guarderías en las empresas, etc. Porque un trabajador valorado es mucho más productivo y eficaz en su trabajo.


Mujeres de todo el mundo, os felicito por tantos logros, por tantas metas alcanzadas y por todo el camino recorrido (y el que aún tenemos que recorrer); pero que no nos la cuelen con tanta igualdad,  


somos únicas, irrepetibles y 
con un valor inmenso.



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